Por otra parte, el pasado 19 de abril en el seno de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el presidente de México, Lic. Enrique Peña Nieto, participó en la “cumbre sobre las drogas”, presentando un decálogo para atender el consumo de drogas, instó de pasar “de la prohibición, a una eficaz regulación”, donde se incluya la apertura al consumo de la marihuana para fines medicinales y elevar la cantidad para uso personal. El 21 de abril, el Presidente Peña presentó una iniciativa donde se exponen tres puntos fundamentales: a) el uso de medicamentos a base de marihuana y sus ingredientes activos, b) la autorización de la investigación clínica con fines de registro para productos que contengan marihuana y sus ingredientes activos y, c) que no se considere delito la posesión, de hasta 28grs. de marihuana, se dejará de criminalizar su consumo. Todos estos elementos nos deben hacer reflexionar como Iglesia, que debe leer los “signos de los tiempos” y seguir contribuyendo en la edificación del Reino de Dios.
El primer punto es saber que la marihuana es una mezcla de hojas secas, flores, tallos y semillas del cáñamo, Cannabis sativa. Es una droga ilícita en la mayor parte del mundo que se consume fumando, a través de cigarrillos o pipa, vaporizadores, o a través de distintos alimentos. Entre los efectos por consumir marihuana están: percepciones alteradas de los colores y del tiempo, cambio de ánimo, falta de coordinación motriz, dificultad de pensar y resolver problemas aunado a la falla de la memoria. Afecta el desarrollo cerebral de los que consumen marihuana en la adolescencia, con efectos permanentes. Irrita los pulmones y genera problemas respiratorios similares a los que fuman tabaco, eleva la frecuencia cardiaca con riesgo de un ataque al corazón, sobre todo en personas mayores. Las mujeres embarazadas generan problemas al desarrollo del bebé durante y después del embarazo. En personas que la consumen por tiempos prolongados, se le relaciona con enfermedades mentales como alucinaciones, paranoia y esquizofrenia. La marihuana genera adicción, provocando que la persona no pueda parar de consumirla.
Una mirada desde la fe, parte del Evangelio, que es la Palabra que da Vida Eterna (Cfr. Jn 6, 68) Jesús vino a liberar a los cautivos y oprimidos (Cfr. Lc 4 18, 19), por ello; la comunidad de fieles cristianos estamos a favor de la vida y contra la anti-cultura de la muerte que provoca el mundo de la droga, y no queremos que ningún ser humano, -menos los niños y jóvenes- estén sometidos a la esclavitud de las adicciones. El Catecismo de la Iglesia, nos dice: “El uso de la droga inflige muy graves daños a la salud y a la vida humana. Fuera de los casos en que se recurre a ello por prescripciones estrictamente terapéuticas, es una falta grave. La producción clandestina y el tráfico de drogas son prácticas escandalosas; constituyen una cooperación directa, porque incitan a ellas, a prácticas gravemente contrarias a la ley moral”. (n. 2291) Los Obispos Latinoamericanos han orientado las siguientes acciones para evitar la pandemia de la droga: prevención, acompañamiento y sostén de las políticas gubernamentales para reprimirla. (DA 422).
Antes de pensar en la legalización de la marihuana, debemos reflexionar que esfuerzos hemos hecho por prevenir las adicciones: en el ramo de la educación, en la familia y en las escuelas y sociedad en general. ¿Hemos hecho la suficiente labor? En la Iglesia sacerdotes, religiosos y laicos, estamos llamados a reforzar la catequesis infantil, la pastoral familiar y de jóvenes. En el acompañar, a los que han caído en la drogadicción, no olvidemos que deben ser tratados en su dignidad de personas e hijos de Dios, acompañándolos a recuperar sus valores y vencer la enfermedad. Es ilusorio pensar que se entra y sale fácilmente de la drogadicción, ya que se requieren esfuerzos significativos, tanto personales, como familiares, sociales y gubernamentales para la recuperación de los adictos y su reinserción en la sociedad. La Iglesia valora y alienta a todas las instituciones religiosas y de la sociedad civil que ayudan a esta labor de rehabilitación.
La legalización de la marihuana puede ser más costosa para la sociedad, ya que al ofrecer como válido su consumo se facilita el camino a la adicción. Cito al Papa Francisco en su reciente visita a Brasil: “No es la liberalización del consumo de drogas, como se está discutiendo en varias partes de América Latina, lo que podrá reducir la propagación y la influencia de la dependencia química. Es preciso afrontar los problemas que están a la base de su uso, promoviendo una mayor justicia, educando a los jóvenes en los valores que construyen la vida común, acompañando a los necesitados y dando esperanza en el futuro”. (Visita al hospital san Francisco de Asís de la Providencia, 24 de julio de 2013).
En el caso de que se apruebe la legalización de la marihuana, debemos considerar lo siguiente: siempre se debe tener claridad que el consumo de marihuana como uso “recreativo” o “lúdico” (que viene del latín “ludus”, es decir: “juego”); no es realmente un re-crear, sino un destruirse, no es un “juego” placentero, sino una “adicción” que destruye la persona, la familia y la sociedad. A los padres de familia les recuerdo la misión sagrada de la educación de sus hijos, deben tener más atención porque los niños, adolescentes y jóvenes, son los más vulnerables y perjudicados; los padres de familia son los primeros que deben estar al frente del campo de batalla, donde sus hijos serán atacados con mayor fuerza por la drogadicción.
No se piense que la legalización de la marihuana ha de terminar con el crimen organizado o que se le quitará el control económico por sus actividades ilícitas, ya que mientras siga existiendo la corrupción y no se viva a cabalidad en un estado de derecho estos males continuarán. No debemos olvidar la pobreza que atañe a nuestro país, su rezago en materia de educación, son detonantes para el desarrollo de las adicciones. El problema fundamental de la legalización de la marihuana, son las personas, familias y sociedad que seguirán sufriendo por rehabilitar a los que han caído en las drogas; en este caso, la marihuana. Su legalización, no hará de los ciudadanos sujetos más libres y responsables, no hará que caminemos a una sociedad sin violencia, no traerá como resultado familias más unidas.
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