Quienes tienen una situación económica buena contarán con recursos para llevar a sus hijos a conocer otros lugares, salir de campamento o pagarles un curso de verano, sin embargo, en nuestras comunidades la situación es diferente, son más las familias que se quedan en casa; por tal motivo es importante que los padres organicen el tiempo libre de sus hijos, con la finalidad de prevenir problemas futuros y desarrollar hábitos de ocio saludables.
No es mera casualidad que los términos ocio y ociosidad tengan una connotación negativa, ya que el tiempo libre se llega a considerar tiempo perdido que conlleva a la improductividad y la ociosidad ha sido considerada siempre “madre de todos los vicios”, en cambio el ocio hay que entenderlo como tiempo de libertad, tiempo de gracia, tiempo de vida, tiempo de dignidad. Por eso los padres deben ayudar a sus hijos a organizar este tiempo, pero sobre todo darles una educación para el ocio, de tal forma que ocupen el tiempo libre en tareas relajantes, familiares, de reflexión, de esparcimiento, que les permitan divertirse, aprender, jugar, leer, etc.
La pregunta que surge es: ¿Deberemos educarnos para el ocio? El filósofo, matemático y escritor Bertrand Russell pensaba que sí, y decía: “La educación debería dar un paso más y dirigirse a despertar aficiones que instruyan al hombre para usar su tiempo libre con inteligencia ... sin una educación para el ocio el tiempo libre se consume entre las fauces del espectáculo, hasta convertirse en un tiempo banalizado, impersonal, improductivo”.
Por su parte Eloísa López Franco en su artículo “El ocio, perspectiva pedagógica”, dice: “La educación para el ocio-actitud vital tiene que recuperar al niño, a la niña, al adolescente y al joven para que no se conviertan, en un futuro próximo, en el adulto que "mata el tiempo de ocio sentado frente a un televisor”.
La Iglesia atenta al acontecer de la sociedad, se preocupa y se ocupa en promover diversos servicios que van dirigidos a todos los miembros de la comunidad, especialmente a los niños, con cursos, pláticas, actividades recreativas y pedagógicas, acciones que fomenten: los valores, la oración, la comunicación y cultivo de la afectividad en la relación familiar, que en los niños se promueva el gozo de ser útiles a los demás, que los adolescentes y los jóvenes vayan asumiendo más responsabilidades.
Por esta razón es importante la participación de todos los miembros de la Iglesia ya que mientras unos son discípulos, otros son maestros y todos somos misioneros. Los jóvenes y los adolescentes pueden a su vez enseñar a los pequeños y compartir con ellos su tiempo y sus valores.
Lo cierto es que hay muchas cosas que hacer y pocos son los obreros, sin embargo, Dios que quiere lo mejor para sus hijos, siempre encuentra corazones abiertos, capaces de ayudar y servir. Lo importante es que, luego, podamos decir: “qué bien lo pasé”, “cómo disfruté”, "he vivido momentos inolvidables que me han ayudado a crecer”, y luego en la edad adulta se recuerdan como los momentos más hermosos y más importantes de la vida.
† Víctor René Rodríguez Gómez
Obispo de Valle de Chalco
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