Para lograrlo es importante tener una buena comunicación con nosotros mismos, es decir, que sepamos cuando tenemos conflictos internos o cuando estamos bien dispuestos a escuchar a nuestros hijos.
Es más sano decir que en ese momento no podemos, pero que en quince minutos podemos platicar, que recibir a nuestros hijos con cara de pocos amigos y gritos.
Si la mayoría de las veces estamos listos para atenderlos, nuestros hijos comprenderán que no podemos escucharlos porque verdaderamente hay algo de peso y sabrán esperar, pero si nunca tenemos tiempo para ellos, seguramente que no volverán a buscarnos.
SEGUNDO. Propicia los espacios de comunicación.
Primero que nada debemos hacer que la hora de los alimentos sea un momento de comunicación familiar, es por eso que en casa pusimos la regla de que, a la mesa, no llevamos aparatos electrónicos ni teléfonos celulares. En esto estamos incluidos papá y mamá.
Por otro lado, es bueno que nuestros hijos reciban nuestra atención para ellos solos por unos diez minutos al día. Así podrán platicarnos cosas que quizá les dé pena platicar cuando están los hermanos.
Yo procuro pedirles que me acompañen a comprar algo, o que salgamos a caminar con alguno en especial o ir por un helado, cuando el tiempo lo permite, así podremos tener las condiciones necesarias para que la comunicación se dé de forma natural.
TERCERO. Ponte en los zapatos de tu hijo.
Es importante escucharlos y mostrarles empatía.
Quizá su problema no sea tan grave desde nuestro punto de vista, pero debemos recordar que nosotros ya pasamos por esa época y que para ellos puede representar algo muy difícil de solucionar.
Por eso debemos ponernos en sus zapatos y tratar de ver el mundo desde su óptica.
Si lo logramos seguro que podremos aconsejarlos mejor.
CUARTO. Comunicación es sinónimo de diálogo, no de monólogo.
Para que exista una verdadera comunicación es muy importante que haya momentos de escuchar, momentos de acoger el mensaje y momentos de comentar y dar nuestra opinión.
Pero si solo es un monólogo donde lo único que hacemos es darles un “sermón” interminable, no estamos comunicándonos y nuestros hijos pocas veces querrán volver a tener estos encuentros porque ¿a quién le gusta que lo regañen?
Es muy sano que dejemos que nuestros hijos hablen primero para que nos expongan sus problemas o preocupaciones y después dar un tiempo para que ambos acojan el mensaje, unos minutitos son suficientes, de esta forma evitamos expresarnos molestos o enojados. Es necesario que nuestros hijos se acostumbren a escuchar nuestras opiniones. Para que esto suceda debemos hablar tranquilamente con claridad.
Y QUINTO. Llegar a acuerdos es vital.
Para que una comunicación sea verdaderamente productiva es necesario que lleguemos a acuerdos y si pueden ser por escrito es mucho mejor.
La comunicación es un arte y debe adaptarse a las necesidades de cada familia, pero debemos buscar los canales adecuados para que se dé lo antes posible, ya que nuestros hijos van creciendo y mientras más nos tardemos, será más difícil lograr la conexión.
Aunque nunca es tarde para comenzar, ya que de una buena comunicación depende la salud emocional y la integridad de nuestros hijos.
¡Así que manos a la obra!
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